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Jorge Castellanos | Cultura afrocubana: 1 α 1 2 3 4 ω · 2 α 1 2 3 4 ω · 3 α 1 2 3 4 ω · 4 α 1 2 3 4 5 6 ω |
Ediciones Universal, Miami 1992, págs. 283-365
En el primer tomo de esta obra nos referimos a la gran heterogeneidad étnica de la población africana transportada a Cuba durante los tres siglos y medio de la trata. A esto puede agregarse, como consecuencia, la enorme diversidad de lenguas que predominaba entre los esclavos. En la Isla hicieron su entrada, desde los primeros años de la institución, decenas –si no cientos– de idiomas y dialectos (muchos mutuamente ininteligibles) pertenecientes a grupos, ramas, subfamilias y aún familias lingüísticas diferentes. Algunos, los hablados por un número importante de esclavos y empleados además para propósitos religiosos, han llegado hasta nuestros días. Otros, casi todos, fueron desapareciendo en sucesivas generaciones.
El repertorio comunicativo de un grupo humano está íntimamente ligado a su realidad histórica, económica y social. La trata produjo un resquebrajamiento de las estructuras culturales y sociales de los africanos transportados a América, y trajo consigo, además, una enorme dislocación lingüística. En primer lugar, ya lo sabemos, los traficantes procuraban cargar sus barcos con negros de variada procedencia para aminorar así las posibilidades de sublevación. Y si bien es cierto que en la costa occidental de África existían una serie de lenguas pídgines que servían de instrumento de comunicación entre africanos de diversas tribus y entre aquellos y los europeos, ellas no eran conocidas por todos y su uso estaba restringido a situaciones muy específicas, casi todas de comercio o intercambio. Una vez llegados a Cuba, esclavos de diversas lenguas se encontraban conviviendo en un mismo sitio y se enfrentaban, además, a un nuevo idioma: el español de sus amos.
Facsímil del original impreso de este capítulo en formato pdf
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