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Jorge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 4, capítulo 4

Jorge Castellanos & Isabel Castellanos

Cultura Afrocubana, tomo 4,
Letras · Música · Arte

Capítulo 4. El negro en el teatro cubano

Ediciones Universal, Miami 1994, págs. 195-263

La primera aparición del negro en el teatro cubano ocurre, pudiéramos decir, «tras los bastidores»... A los negros libres (sastres, carpinteros, zapateros, herreros, &c.) se les ordena oficialmente, en 1573, hacerse cargo de los trabajos artesanales necesarios para la celebración de las Fiestas del Corpus Christi, que desde muy temprano en el siglo XVI tenían lugar en La Habana (y luego en otras ciudades del país) y que a más de procesiones y variados juegos incluían «ynvinciones de rregozijo e plazer», acompañadas de música, canciones y danzas. Según Yolanda Aguirre, estas «invenciones», consistían en «representaciones vivas de episodios de Historia Sagrada». Y todo parece indicar que de ellas arranca el desarrollo de nuestra escena. Seguramente estas gentes «de color» desempeñaron idénticos o parecidos oficios en las funciones teatrales donde se presentaban autos sacramentales, entremeses y comedias en la capital de la Isla desde fines del siglo XVI y comienzos del XVII, cuando por lo visto la población habanera empezaba a buscar entretenimiento fuera de los templos. Todo ello en forma muy limitada, pues el desenvolvimiento del teatro fue lentísimo en Cuba durante ese largo período histórico que en el primer tomo de esta obra denominamos «pre-plantacionar».
No le fue fácil al negro pasar de la tramoya a las «candilejas». Se sabe que en Bayamo el batallón de pardos organizó una mascarada en 1792 para celebrar el nacimiento de la Princesa de Asturias: en un carro alegórico tirado por bueyes, tres oficiales negros de ese cuerpo de voluntarios, vestidos de Amor, Apolo y Marte, recitaron parlamentos disputando si debian preferirse las letras a las artes y una Minerva, representada por una mujer negra, resolvió la cuestión. También consta lo que dejó escrito el costumbrista Buenaventura Pascual Ferrer: «En esta ciudad (La Habana) no se conocieron, hasta el año 1773, más representaciones teatrales que las despreciables (sic) que hacían algunos mulatos por afición.» A lo que agrega Yolanda Aguirre: «Aunque probablemente (Ferrer) exagera, queda un hecho en pie: hasta el último tercio del siglo XVIII el espectáculo escénico efectuado por blancos escaseaba; y existían esos espectáculos montados por aficionados mestizos y, seguramente, negros». Cuando el negro parece subir al escenario profesional, a principios del siglo XIX, en realidad estamos ante una ilusión. El actor no es negro, sino un blanco disfrazado de tal. Y así seguirá siendo por larguísimo tiempo.

Facsímil del original impreso de este capítulo en formato pdf

 

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